Czeisler había nacido en 1916, en el pueblo húngaro de Tihany, a orillas del lago Balatón.
“Cuenta la leyenda que Franz Czeisler se escapó de la Europa de entre guerras y llegó a Montevideo con 12 años en 1928. Era apenas un niño, pero ya ayudaba en sus trucos al fakir Baclamán, un calabrés que se hacía pasar por indio e hipnotizaba conejos y pollos. Con Baclamán, Czeisler aprendió a domar tigres blancos y panteras negras. Tan famoso fue el fakir que años después el mismísimo Gabriel García Márquez le dedicaría un cuento. Esa fue la escuela para Czeisler, que se convirtió en actor, en bailarín y luego, en mago…”. Así lo recuerda a Franz Czeisler, Tihany, el sitio web internacional especializado en Circos “InfoCirco”, dando cuenta del fallecimiento, la semana pasada en Las Vegas, de quien fuera el último de los grandes del mundo circense.
Czeisler había nacido en 1916, en el pueblo húngaro de Tihany, a orillas del lago Balatón. Ya en esas giras improvisadas por los países vecinos decidió tomar como nombre artístico el de su ciudad.
Tras recordar que en 1935 se casó con Miss Lia Marar, “con quien comenzó a desarrollar actos de transmisión de pensamientos”, InfoCirco dice que “en 1952 decidió dejar su patria y emigrar a América, como tantos. Desembarcó en Brasil, para trabajar en un circo y dos años después creó su propia compañía, en las afueras de San Pablo. Ya lo había dicho y escrito Stefan Zweig, otro inmigrante de Europa central: “Brasil es tierra de promisión”. Nacía así el Circo Tihany, que se transformaría en uno de los más importantes de América del Sur”.
En Mar del Plata, ciudad por la que también pasó en varias oportunidades, lo recuerda con enorme cariño y admiración el titular del Museo del Circo, Héctor Fráncica, que hace unos años atrás viajó a Guadalajara para festejar los 90 años de Tihany, quien lo invitó tan vehementemente que el marplatense, que no es aficionado a los viajes, no pudo menos que ir. Sonríe cuando se acuerda: “Me insistió tanto que no pude decirle que no. Y nunca voy a dejar de agradecérselo: lo que viví de su mano en esos días que estuve allá, no lo hubiera soñado. Conocí a los grandes de las disciplinas circenses, tomé café con ellos y conversé hasta el cansancio. Lo que me hizo vivir Tihany con esa generosidad que le era proverbial, no hay forma de agradecerlo”.
El gran mago se estaba preparando para celebrar sus 100 años en junio, a lo grande. Fráncica ya había recibido la invitación y sabía que otra vez, no iba a poder decir que no.
Con los ojos llenos de lágrimas, Héctor Fráncica, a quien Tihany quiso comprarle una casa para montar el Museo del Circo en Mar del Plata, recorre una y otra vez las fotos blanco y negro donde se los ve juntos y dice con tristeza: “Tenía casi cien años, se sabía que esto iba a pasar en cualquier momento… pero qué golpazo…”.